lunes, 7 de abril de 2008

Racismo

EL RACISMO, UN RIESGO PARA LA GLOBALIZACIÓN EN LOS PAÍSES ANDINOS

David Alfaro Serrano.

Abril, 2008.



Introducción.

En este escrito partimos de la premisa de que la globalización, entendida como la integración comercial y financiera con el resto del mundo, es beneficiosa para la gran mayoría de la población en los países andinos[1], y que aquellos que en el corto plazo resultan perjudicados por ella, a largo plazo se verán beneficiados también.

Por lo anterior resulta pertinente preguntarse por los peligros que enfrenta el proceso de globalización en estos países. En el presente trabajo abordamos uno de ellos: el riesgo que representa para el proceso de integración al mundo, la dinámica racista de la relación entre la minoría dominante del mercado y mayoría con la que coexiste.

Este riesgo viene dado por la posibilidad de que fuerzas políticas antiglobalización accedan al poder y desde ahí pongan trabas al proceso.


La división en los países andinos.

Una minoría dominante del mercado (en adelante, minoría dominante) es, como señala Chua, una “minoría étnica que (...) tiende, en condiciones de mercado, a dominar económicamente (...) a las mayorías ‘indígenas’ que la rodean”[2].

Para corroborar que estas minorías dominantes existen en los países andinos basta con pasear un rato por cualquier ciudad de mediano tamaño de estos países y observar que las diferencias en el poder adquisitivo guardan relación con la étnia. Es un hecho que las personas de rasgos menos indígenas tiene un pasar económico y calidad de vida mejores que las personas de rasgos indígenas notorios. Si al observador aun le quedaran dudas podría recurrir a la lista de las empresas mas grandes en estos países, seleccionar las principales, mirar las fotos de sus dueños y sus gerentes y luego compararlas con la foto de un habitante promedio. Este último posee rasgos indígenas más notorios que los primeros.

Quien quiera objetar lo anterior podría recurrir al caso de Perú en los últimos 10 o 12 años. En este período ha surgido en ese país una clase media emergente y una nueva clase empresaria compuesta en su mayoría por personas del tipo étnico promedio[3], sin embargo creemos i) que este es un fenómeno reciente aun no consolidado y ii) que más allá del surgimiento de esta nueva clase emergente, el hecho de que la cúspide del poder económico sea ocupada por una minoría étnica es prueba de que existe una minoría dominante.

Una vez aceptado el hecho de que en estos países existe una minoría dominante debemos fijarnos en el modo en que se desenvuelven las relaciones entre esta minoría y la mayoría que la rodea. Al respecto debemos decir que dichas relaciones no son para nada amistosas. A través de la crianza se han transmitido paradigmas fuertemente racistas en ambos grupos. La minoría dominante ha discriminado a la mayoría durante largo tiempo, y no sólo eso, sino que la ha humillado y humilla a través de diversas expresiones culturales cotidianas y vía los medios de comunicación.

Por su parte la mayoría discriminada y humillada ha acusado recibo del mensaje y ha gestado a través de generaciones una suerte de racismo inverso que las lleva a autosegregarse y a cultivar un rechazo hacia la minoría dominante[4]. Siendo claros, estas mayorías desean, aunque sea de modo inconsciente, el perjuicio de la minoría. Surge así una relación de adversarios. Las relaciones entre la minoría dominante y mayoría que la rodea son de corte racista.


La división como peligro para el proceso de globalización.

La globalización abre grandes posibilidades a todos los grupos sociales, sobre todo en los países de orientación exportadora como los países andinos[5], sin embargo, debido a la disparidad de la dotación de capacidades que permiten aprovechar el proceso de globalización, unos sectores sociales se benefician antes que otros. Las minorías dominantes, al contar con un mayor nivel educativo y mayor capital están mejor capacitadas para aprovechar rápidamente las posibilidades que abre la globalización. Por su parte, las mayorías, con menos capital tanto humano como monetario, deben primero adaptarse a la nueva división internacional del trabajo que viene aparejada con la apertura comercial y la consecuente especialización productiva, luego de lo cual recién podrán obtener los beneficios de la globalización. O sea, las minorías dominantes se benefician de la globalización antes que las mayorías que las rodean (más allá de que a largo plazo todos resultarán beneficiados). Los beneficios de la globalización se derraman sobre las sociedades desde la parte superior de la pirámide del poder económico hacia abajo.

Surge aquí un problema de timing pues en ese período intermedio del proceso de globalización (corto plazo) en el que sólo la minoría dominante se beneficia, la mayoría que la rodea percibe la globalización como un cambio que no le representa un beneficio mientras que si lo representa para su adversario. Lo razonable en este caso es, entonces, que la mayoría se oponga al proceso de globalización puesto que no representa un costo para ella y si lo representa para aquel a quien desea perjudicar.

Este escenario es el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de movimientos políticos antiglobalización, lo que se corrobora al observar que, en efecto, en los países andinos estos grupos están en el poder (Ecuador y Bolivia) o, estando fuera de el, tienen gran aceptación (Perú). Agravando la cuestión, estos grupos políticos no se remiten tan solo a rechazar la globalización, sino que además, para fortalecer sus posiciones, exacerban el conflicto étnico, promoviendo deseos reivindicatorios de corte racial y propugnando una política etnonacionalista[6].

La fuerza de estos movimientos políticos pone en riesgo constante el proceso de globalización y con ello, todos los avances realizados y potenciales que ofrece.


Salvar el proceso.

Surge entonces la gran pregunta: ¿Cómo defender el proceso de globalización?. Una opción sería condicionar la continuidad del sistema democrático a la mantención de políticas proglobalización, sin embargo parece preferible evitar dicho condicionamiento, al menos mientras sea posible encontrar otros caminos. ¿Qué otras opciones existen? Dado que el origen del peligro está en la división étnica, lo mejor sería atacar dicha división. Es necesario iniciar en los países andinos un revolución cultural para extirpar en el curso de una generación (lamentablemente ese es el tiempo mínimo para un cambio cultural de las dimensiones requeridas) el racismo imperante. ¿Cómo hacerlo? He ahí el gran problema. No sabemos como hacerlo. Ésa es la verdad. La respuesta fácil y hasta cliché sería decir que la educación es la clave, sin embargo no podemos estar seguros de ello, ya que surge un problema del tipo el-huevo-o-la-gallina: los educadores tienen ya el germen del racismo, debido a que han sido formados en ese ambiente de enemistad étnica, lo cual es agravado por el hecho de que en los países andinos la docencia escolar es una profesión mal pagada y poco valorada a la que optan los peores y mas pobres egresados del sistema educativo, los cuales son perfectos receptores de los mensajes antiglobalización y de reivindicación étnica. Quedará pendiente para futuros artículos la discusión sobre una solución a este problema.
Lo único que podemos afirmar hasta ahora es que es necesario en los países andinos un cambio cultural que permita mayor cohesión social, que permita establecer un proyecto de país, que permita a los ciudadanos de estos países reencontrarse los unos con los otros y reconocerse mutuamente, no como hermanos -expresión que para el autor siempre ha parecido exagerada-, sino como personas cuyo porvenir se haya enlazado y a las que, por tanto, les conviene cooperar.
Notas:
[1] A efectos del presente escrito, la expresión países andinos hace referencia a Bolivia, Ecuador y Perú. Los casos de Argentina, Chile, Colombia y Venezuela requieren un análisis distinto.
[2] CHUA, Amy; “El Mundo en Llamas”; Ediciones B; Pág. 16.
[3] Véase: DE ALTHAUS, Jaime; “La Revolución Capitalista en el Perú”; Fondo de Cultura Económica; Lima, Perú, 2007.
[4] Es necesario señalar que los ataques de los que ha sido objeto esta mayoría no constituyen un descargo moral. Cultivar el racismo para con el otro, aunque sea como respuesta al racismo que éste ha desarrollado contra uno, es un mal moral que merece censura.
[5] Decimos que tienen un orientación exportadora debido a que i) Poseen un mercado interno pequeño (imposibilidad de pleno empleo si no se promueven las exportaciones) y ii) Tienen una dotación de recursos naturales especializada (imposibilidad de autarquía).
[6] El etnonacionalismo es sumamente notorio en el actual gobierno de Bolivia y en el movimiento etnocacerista peruano.

1 comentario:

Anita dijo...

Hola Cafe Abierto!!!
Primero que todo, muy bueno el artículo David!
Me voy a saltear toda la parte económica y voy a comentar alguito del final: el problema de cómo superar el racismo imperante.
Creo que hay dos cuestiones que hay que considerar: una de caracter intelectual y otra, podríamos llamarla "espiritual".
La primera se ataca con la educación. No hay peros. Es necesario conocer de donde viene el racismo moderno, su vinculación con teorías científicas como la evolución y también de como convive un racismo con un mundo globalizado. ¿Se puede hablar de razas en un mundo donde el intercambio entre personas es tan grande? Hay muchas cuestiones a considerar, hay muchos baches racionales, que son necesarios poner a luz.
El segundo aspecto, más importante, es el poder armar una práctica antiracistas, educar los corazones. Eso parte de la casa, de la sociedad misma. Saber vencer los prejuicios es poder ver al projimo y a uno mismo con diferencias, con errores. Aceptarse humildemente como persona (asunto mucho más complejo de lo que en un primer momento parece)es lo que permite la aceptación del otro.
Bueno, solo quería aportar un comentario. El racismo es un tema que me interesa mucho! Me parece muy importante ponerlo sobre el tapete!
Saludos
a